Places, planes, plazas…
So many places…que te pertenecen, que serán tuyos para mi siempre.
Calles, rincones, tiendas, avenidas, puertos, países, museos, cines, colegios, institutos, casas, escaleras, edificios, ciudades, aeropuertos, estaciones, restaurantes…plazas, planes y places.
Todos y más pueden hacerme llegar algún buen recuerdo de ti, como cuando…
Como cuando sobrevolamos en helicóptero el Gran Cañón, tu ibas al lado del piloto con una vista privilegiada, tu carita lo decía todo. O cuando se te empapaba el pelo por la humedad pegajosa de las Cataratas Victoría, entonces comprendimos por que vendían chubasqueros aquella tarde de cielo sinubes. Verte caminado cruzando por el crucero camino de Estambul, cansada de paradas en ciudades e islas, para ver tanta piedra. Y tu sonrisa mientras cargabas de bolsas en el mall más gigantesco del planeta, en Dubai, la ciudad que te fascinó la primera vez tan solo por el espejo de la habitación del hotel. Tu ilusión cuando fuiste la primera en ver aquella manada de elefantes junto al río en el Pilanensberg. Tu aburrimiento por sobredosis de monumentos en Praga. Bañarte de espaldas a los edificios enormes a orillas del Michigan en Chicago. Venecia, Brujas, Bath, San Francisco, Lisboa, Los Angeles, Las Vegas…tu Barcelona del alma y libertad, el Madrid de disfrutar que te encanta. Savannah, San Diego… Pittsburg con una tormenta que casi nos arrastra y nos resguardamos bajo un puente. Mineapolis donde se cocía algo inesperado. Otro vuelo a las Canarias. Tus primos que se te lanzan al cuello al llegar aeropuerto de Johanesburgo y no se despegan de ti, what a couple! Verte Caminar encogida entre la nieve por Estocolmo o recorrer toda la costa Este en busca de una universidad que te pareciera realmente acogedora, lo que solo sucedió en Richmond. Ir hasta el Caribe para que eligieras que era mas divertido bañarte en la piscina. Botswana entre cocodrilos en el río y manadas incontables de gigantes con colmillos de marfil. Tu Londres favorito cenando en un japonés conmigo tras ver el Rey León. París y decenas de ciudades alcanzables en coche. Y las Niagara que también te empaparon entre Canadá y USA. O verte bailar en nochevieja a un paso de Durban.
Paris, Roma, Bruselas, Orlando, Pretoria, Atenas, Ginebra, Milán…bañarte en una agua cuasi helada en Ciudad del Cabo. Simplemente tomar unas almejas en el puerto de Ciudadela, ir con tu “falsa prima” de compras por Santa Clara en Zamora o a la finca a que te de la tía un buen masaje o prepare un cucurucho.
Tantos lugares juntos, memorias de buenos momentos.
De todos los rincones del planeta que no he listado me quedo con los tres mejores, el beso de buenas noches en tu buhardilla, cruzarnos en las escaleras de casa cuando bajas guapísima para salir con tus amigas e ir a buscarte de madrugada junto a la plaza de Santo Domingo para ver tu rostro precioso tan cansado como radiante.
Tantos recuerdos maravillosos que ya ocupan más de mil páginas…
Sin embargo, demasiado a menudo me llegan cargados de sombra, de ruido y tristeza de una congoja que me acojona, me hunde, me exprime el escaso ánimo remanente y me llena el rostro de sal líquida. Es el peso infinito de la ausencia cruel.
Tu padre, Enero 23