Ni puerta en lo más alto, ni buzón verde oxidado por desnoticias, ni timbre mudo, tampoco trastero en sótano, ni camarote con parche en ojo de buey, ni asiento en avión sin brújula…fue fecha o flecha, hoy veneno, huérfano de antídoto conocido.
Tal vez, quizás, puede que…o maybe not. Alguna vez me susurró esta nariz obesa de olfato tuerto, que, pudiera haber acuentecido que yo creyera percibir en tu infancia que unos escasos pocos alrededor anhelaran tu suerte. Piscina pequeña climatizada a las inclemencias, casa humildgrande en puebluco far far away, viajes exóticos arrugados en turista, un coche de alta grima, ropa a gusto ( low cost)… Todo gracias a una herencia paterna valiosa, como una losa, la de ser el más responsable y dedicado al trabajo (ambos sinónimos edulcorados de pringao). Gracias, padre, sinceramente, por tu silencioso ejemplo ejemplar.
Pero los pacientes (acepción médica que no virtud) penitentes, si acaso alguno hubiera, de pronto mutaron de pelusa a lástima, una primavera remota con aliento de anteayer y final en peluca. Entonces sí que te llegó algo que ninguno tenía …solo temía.
Lo supimos el maldito diecisiete de un cuarto doceavo, en la primera estación en que se apeó, sin return ticket, tu porvenir. Hoy hace trece. Fue en el doce, tenías tan solo catorce.
Y se abrió el telón de un escenario oscuro en que somos actores secundarios sin guion ni vocación, manipulados en tresd (¿destino, dioses, desgracia?) mientras tú, como césar, recibes puñaladas sin piedad ni cesar. Entre bambalinas, envueltos por la viscosa niebla heladora de un íntimo infierno infinito, que nos dejó en sombra perenne corazón, retina y futuro.
Y el tiempo ya solo sabe crecer cóncavo. Ese que decían: todo…¿locura?, es hoy tan solo una tosca túnica abismal sin mi única. Trato de acercarme al amor que me merece la venerada memoria de tu memoria con este injerto desacertado de primaria de proesia. Desesperando la llegada, en mi mente no inminente, del zarpazo que nos desaleje…mientras tonto, disparo tinta y machaco con torpeza frecuentados teclados silenciosos.
Ana, por sentir tu mirada, repetiría un billón de veces la historia más cruel, confiando que al menos una, la moneda dijera lo contrario de cruz. Seguramente ni tu ni nadie estéis de acuerdo. Pero, alguna ventaja debía tener que solo yo me lea.
Tu Padre