Organizamos un verano a tope, como para recuperarnos de la mierda del anterior.
Yo era más que consciente de que todo aquello se organizaba por mí, todos querían buscar la forma de dejar atrás un año horribilis. El pasado año 2012, aquel que lo mayas pronosticaban el fin del mundo, la verdad es que en mi caso acertaron de pleno, mi mundo se desvaneció entre agujas, cirujanos y habitaciones de hospital.
A finales de junio alquilamos un par de caravanas y con Paco, Pilar y Lucia nos fuimos a la Provence francesa en búsqueda de lavandas.
Era una nueva aventura, diferente. Cargamos hasta arriaba de bártulos, alimentos y bicicletas y nos pusimos de camino. A la media hora de salir de casa, paramos al lado de una gasolinera, nos sacamos las sillas y a comer en una campo de secano entre chicharras insistentes con un calor tremendo, aquello prometía. Y, seguimos, entre el ruido de los cubiertos que iban sueltos por los cajones de la cocina, a un paso lento en que nos adelantaban todos los coches y no lo hacían las bicicletas, por que con que calor no había ciclistas.
Fuimos hasta Zaragoza, de allí dirección Huesca e hicimos noche en Can Franc, casi en la frontera con Francia. Hacia fresco, Era un pueblo bonito, con un riachuelo transparente que lo cruzaba, casi solitario y una estación de tren desproporcionadamente grande para un lugar tan solitario. Prácticamente no vimos a nadie. Sacamos nuestras viandas y nos pusimos a cenar. Entre risas y tonterías, estábamos cansados y nos acostamos pronto. Pusimos las caravanas invertidas, con las puertas a un paso la una de la otra, para sentirnos más protegidos. Creo recordar que llovió por la noche, no estoy segura, tal vez fue viento. En lo alto de los Pirineos hacia frio al principio de verano. Era finales de Junio. Yo ya llevaba un mes de vacaciones.
El espacio para dormir era un poco angosto, angosto en junio, pero estaba suficientemente bien. Me quede frita.
Por la mañana fue muy divertido, los padres habían preparado un buen desayuno, y por padres me refiero a los varones, no al genérico, las cuatro chicas nos unimos más tarde. Había de todo, fruta galletas, tostadas, leche, cereales, mantequilla, mermelada, yogures… y, por supuesto la cafetera de Pilar. Sin un café por la mañana no resucita de la noche. A medida que va ingiriendo su tazón piscina con un brebaje negro y denso como el alquitrán, se le va asomando una sonrisa que ya le permanece todo el día. Es como el combustible para mantenerse feliz.
El día fue muy largo, nos pasamos toda la jornada en la caravana. Primero bajando los Pirineos, por unos paisajes muy bonitos de montaña y después largas autopistas en las que el viento movía nuestro vehículo como la vela de un barquichuelo, mi padre no hacía más que recordarlo, hay que tener cuidado, una de estas ráfagas nos va a …Simplemente alguna parada para ir al aseo, echar combustible o una comida al lado de un rio. Vamos que prácticamente nos tiramos día y medio para llegar a destino desde la salida de Guada.
Por el camino, como los walkie talkies de Paco, íbamos hablando. Mi madre preparo con su móvil un juego de canciones que teníamos que reconocer, eran la mayoría muy antiguas, salvo unas pocas para contentarme a mí. Básicamente jugaban Pilar y mi Padre, algunas Lucia, Paco no reconocía prácticamente ninguna.
Hicimos noche aparcando en las afueras de Carcassonne, un pueblo amurallado muy bonito. Fuimos a cenar al interior del pueblo y mi padre a presumir de francés que lo habla como lo habla, esto es: regulín. Pero bueno, supongo que es lo del país de los ciegos y el tuerto, mi padre podría perfectamente llevar un parche en el ojo en Francia.
Por cierto, no sé a quien se le ocurrió la tontería, pero empezamos a llamarnos por nombres en francés. Fue muy divertido: Arnoud, Monique, Veronique…Que claro al principio se nos olvidaban. Lo más graciosos lo dijo Paco en una ocasión:
- Hay que joderse, casi treinta años casado y que no me acuerdo de cómo se llama mi mujer!
Nos reíamos a carcajadas.
Caminamos antes de acostarnos por lo alto de la muralla, muy cuidada y bonita, como todo en Francia. Mi padre siempre dice, si cierras los ojos y apuntas al azar sobre un mapa de Francia, caiga donde caiga el dedo, si lo visitas, es un pueblo bonito, no es una ruina de estas de Castilla que dan pena de tanta miseria y falta de atractivo. Y lo cierto es que no sé si es exactamente así, pero, todas las veces que he ido a Francia me he sorprendido de lo cuidada que está.
Nos acostamos sin mucha tertulia, era tarde.
Por la mañana paseamos por el pueblo, lleno de turistas, entramos en varias tiendas, hicimos fotos y nos preparamos para irnos.
Creo recordar que nos pasamos de la salida de la autopista o cogimos una carretera errónea, lo cierto es que llegamos muy al atardecer a nuestro destino un pueblecito pequeño aparentemente próximo a la zona de las lavandas, he tenido que buscarlo en una mapa para recordarlo: Gordes. Todo en cuesta para llegar hacia el mini centro. Allí cenamos. Por la mañana mi madre compro un cartelito de madera que aún cuelga en la entrada de nuestra casa, PAR ICI.
Por una carretera muy sinuosa llegamos hasta la abadía de Senanque de color gris rodeada de campos de lavandas. Nos dedicamos a hacer fotos juntos. Todavía andan por ahí, yo con una camisa de cuadros de manga larga, mi peluca que nunca se despeina y una cinta de cuero en el pelo a modo de diadema. Lo cierto es que las lavandas tampoco eran tan espectaculares, por lo visto porque el calor iba con retraso ese año, aún no habían florecido del todo. A mí me decepcionaron bastante. Desde allí nos fuimos hasta una fábrica (museo lo definían los locales) de jabón y esencias de lavanda. Olía muy bien y compramos varias cosas.
Los días pasaban entre horas en la carretera, visitas a lugares y paradas para limpiar las caravanas y retirarles la mierda (literal), llenar los tanques de agua, hacer limpieza…en algún camping adecuado.
Estuvo muy bien la visita en Aix-en-Provence, el parking estaba algo alejado de la ciudad y nos la recorrimos con las bicicletas, era muy divertido vernos a los seis pedaleando. Una ciudad muy bonita llena de rincones, tiendas turísticas y lugares interesantes. Mi padre estaba mucho rato la teléfono con temas de trabajo.
Visitamos de pasada, desde el vehículo Avignon, Arles, Carpentras, Pézenas y algunos otros lugares que no recuerdo bien.
Pero lo mejor de todo el viaje sucedió una noche, buscábamos un lugar cerca del mar donde acampar, y resultó bajarse una niebla tal que no veíamos nada. Acampamos casi a ciegas y nos organizamos la cena. Nos metimos todos en una de las caravanas porque hacía frio y empezamos a llamarnos por nuestros nombres franceses y a soltar tonterias sin sentido no se si alguna vez nos hemos pasado tanta risa ninguno de nosotros, se nos caían las lágrimas, fue uno de esos momentos inolvidables y absurdamente divertidos.
No me puedo, ni os quiero engañar, esos días fueron muy buenos, pero todos los días tienen sus noches y sus frustraciones. Tengo quince años y antes de ir a la cama me tengo que quitar una peluca y verme prácticamente calva ante el espejo. Lo cual es un trago muy amargo que me cuesta digerir. Además tengo siempre que estar tomando medicinas varias y con el temor, más bien pánico, de que con cualquier síntoma de malestar que sería normal para otra persona de mi edad, salte una alarma de emergencia que me lleve a un hospital de vuelta. Esto no es de color de rosa. Cierto es que estar con mis padres y con los mejores amigos es una gran ayuda. Pero, la procesión va, sigue, y muy activa, por dentro. Tengo pesadillas frecuentes con Pamplona, a veces estoy corriendo un encierro, delante de los toros y de pronto se me abre la herida de la pierna y no puedo correr más, es muy agobiante, veo como uno se acerca amenazante hacia mí…siempre sucede justo en Telefónica, antes de entrar en la Plaza, siempre me despierto nerviosa y sudando antes de que me pille.
No sé porque me acuerdo ahora de Ureña, ese pueblecito lleno de librerías, que está amurallado. Creo que es una de las pocas veces que me enfadé con Lucía. Me dijo aquello de que estaba más guapa con la peluca que con mi pelo natural y me sentó realmente mal, me pareció un falta de respeto por su parte. Puede que hasta lo dijera para que no me importara llevarla o para que me sintiera bien, pero, con lo celosa que yo siempre he sido de mi peinado… Pero, bueno, es tan buena conmigo Lucía y la quiero tanto…
Por la mañana nos dimos cuenta de que estábamos cerca del mar, durante la noche se habían instalado otras caravanas cerca. Se había levantado la niebla y tras el abundante desayuno, incluso fuimos a la playa un rato.
Todos, bueno, tal vez no todos, pero si muchas personas, miraban con descaro la cicatriz brutal de mi pierna, me hacían sentir como uno de esos personajes deformes del circo, ¡pasen y vean a la mujer barbuda! Algunos niños incluso señalaban a sus madres para que me miraran, por entonces aun me importaba y sentirme observada y objeto de cuchicheo, me hacía daño, tiempo después dejó de hacerlo. Sentía que a mi padre también le afectaba, lo hacía por mí, me protegía lo más posible, se ponía del lado de la cicatriz, para que se viera menos, me acompañaba, me ponía cerca una toalla o simplemente me abrazaba, siempre pendiente.
Lo más interesante de las lavandas sucedió unos años después. Descubrimos a unos pocos kilómetros de nuestra casa, en la provincia de Guadalajara, unos campos de lavandas mucho más grandes y floridos que los que habíamos visto en Francia. Claro que, sin aquellos pueblos, caravanas sonoras y aquel viaje divertido.
El viaje de vuelta fue muy largo y pesado, apenas paramos, hicimos noche en Gerona. Otra ciudad muy chula que paramos a visitar rápidamente y cenar. Mis padres me decían que habíamos estado cuando yo era muy pequeña, de hecho estaba aprendiendo a quietarme los pañales, por supuesto que no me acuerdo.
Por la mañana camino hacia casa. Era viernes y el domingo salíamos para New York, si, el domingo en menos de 48 horas.
Va a ser llegar a casa, poner lavadoras, recoger, dejar todo listo y en nada estamos encima de un avión, cruzando el charco. Me encanta! Ojalá viajáramos constantemente.
(NOTA, A pesar del texto estar escrito en primera persona, el autor del mismo – en su totalidad – es su padre. Los hechos son reales, pero contienen elementos de ficción. Las opiniones o reflexiones no necesariamente coincidirían con las de Ana)