• Mapi, ¿me vienes a buscar donde siempre? Me da pena hacerte levantar a estas horas!
  • No te preocupes. Estaba despierto y…ya sabes que no soy buen «dormidor»…Dame unos minutos, cariño, te aviso en cuanto suba al coche. Estima que hacia las seis menos cuarto estoy ahí.

Ana, sigo des-esperando sin esperanza un nuevo WhatsApp. Ni siquiera he dado de baja tu teléfono. Sí, ¡claro que estoy mal de la cabeza!

Hace una eternidad que no voy a buscarte de madrugada a Santo Domingo, ni al Infantado, ni a la calle Mayor…

Hace otra que no escucho esa mirada fresca, tras una sonrisa que me acaricia mientras me dices que estás cansada y me cuentas tu noche, pongo la mano en tu regazo, me hablas sin parar de tus sentimientos y, al llegar a casa, en lugar de acostarte, me dices “¿por qué no nos preparamos un buen desayuno? Y, sentados nos pasamos un tiempo varado en el tiempo, escuchándote, y siento que es una de las mejores mañanas de mi vida…

Una de estas noches me acercaré a la plaza, a ver si hay suerte y… Y…con unas lágrimas me vale. Tal vez más algunos suspiros que parecen balas, una puñalada de ausencia y la triste imagen del sonido de los pasos de tu recuerdo, surgiendo en una plaza que se iluminaba a tu paso.

Te voy queriendo aún más a cuatro días del permanente fin de la primavera. ANIv3ersario.